Poemacho.



Un poema macho
saltando sobre unas palabras
lamiendo sus sílabas, penetrando
cada signo.
Un escalofrío recorre cada diptongo
y lo convierte en gemidos
entre ruido,
sentido entre significado.
No sabe de consonantes,
pero al amar a la o
la erre se abre de patas,
la eme se alarga,
la a se exclama:
¡Amor!
El poemacho ha cumplido.

Cuchicheos



Hay otras mentes creando universos. De ellos sólo vemos su rastro, indicios que hablan de una existencia que se pregona. Anécdotas ocurridas fuera de nuestro mundo nos son relatadas con el valor añadido de la verdad, pero para mi cabeza todas podrían ser cuentos, yo no las viví, para mí no ocurrieron.
Para las otras mentes creadoras de universos mi vida es una diversión más, como una película, un libro, pero mejor. Como un telediario en el que sale un conocido.
Y no hace falta haberse ido para que se queden los pájaros cantando, porque ya hay miles de pájaros cantando que no oímos.



Mientras murmurabas
yo seguía viviendo.
Ajenos ambos al quehacer del otro,
tú a mi vida y yo al murmullo.
Pero no tenía conciencia en ese tiempo
del susurro de las hojas de los árboles,
de la respiración del bosque y la ciudad,
de miles de pequeños ruidos enmascarados
por un único rumor.
A ese continuo leve crepitar
yo lo solía llamar silencio,
como un folio gris puede parecer blanco
y adelantar aparentemente la tarde.
Hoy se hará la noche y junto a mi ventana
una voz negra iluminada me hablará en son de amigo
con el grillar tan reluciente
como un vaso de cristal
recién lavado
secándose a su brisa veraniega.
Ya vuelve a oler a azahar y es tan callada
que te oiría murmurar.

En el fondo...



En el fondo
todo termina siendo
sólo
un vaso.
De cristal, de porcelana,
de barro.
Vacío de té, de agua, de cerveza,
de orujo de hierbas,
de McCallan de 18 años...
al final
todos -abstemios, borrachos-
calvos.

Amor etílico.



Así como la erre del teclado
se siente de sola
hasta que la pulsan
y va a parar a un escrito junto a otras letras
como la o en amor, como la ele en burla,
como la e y la erre en erre,
pero peor,
me siento yo.
Me siento peor que la erre,
y que la o
y que la ele;
en realidad me siento tan mal
como la abstrusa uve doble,
como la rígida ka.
Como la hache ignorada, la ese líquida...
Como si nadie me necesitara
sólo porque tú
ya
no
me necesitas.
Me pregunto si existirán otras palabras
como tú
y la vida me arrulla
con sus erres libres,
metempsicóticas, asesinas:
otra, sí,
sí,
una:
w-
h-
i-
s-
k-
y...

Gruñido de monotrema


Recurro al otorrinolaringólogo,
pero no me arregla nada.
No hay ornitorrincos en África.
Pues yo los oigo. Una de dos,
o yo estoy loco
o esto es Australia.
Quizá si le consultase al cónsul...


Me desazona (y cómo)

el dilema

entre práctica y teoría.

(Gruñido de monotrema).

Para ser optimista.


Primero, optimizar el tiempo,
que no parezca que pasa mientras lo hace.
Sufrir un poco cada día, para notar la diferencia.
Sentirse amado por alguien que no te conoce.
Sonreír a los espejos, aunque ellos no sonrían primero.
Beber con moderación.
No escribir.



Ilustración:
EL PAYASO TRISTE
MANUEL PARREÑO RIVERA (España)
Pintor con el Pie
Óleo 55 × 46 cm

Memorias.



Del tiempo, conservo engaños.
Daguerrotipos de algo que no ocurrió así
ni de ninguna otra manera,
porque aunque el tiempo exista simultáneo
ahora, y después, y antes,
yo no soy consciente de esa coincidencia;
sólo veo lluvia cayendo
y el suelo mojado,
y agujas dando vueltas.
Y el futuro es un perjurio
de un dios que sólo busca su propia salvación.

POPetry

Eso del arte simbólico,
eso de no poder decir te quiero porque ya está dicho,
eso es lo que hace que los intelectuales lleven gafas
y los obreros no.
Y las gafas son para verte mejor, amor,
no para que con el calor y el frío
y la lluvia y el polvo y los mosquitos
se empañen,
son sólo
para ver mejor,
si no, a veces,
mejor quitárselas y dejarse llevar por alguien.
El arte mejora al rato,
hagamos arte también,
¿por qué no?
para que pase el rato.

Poética musical

Palabras entre ruido,
entre rostros, bajo la lluvia,
lluvia que cae sobre un desierto pedregoso,
o sobre el fondo de un valle,
sobre musgo y hierba húmeda,
que la desea, exhalando luego niebla.
Vino rojo en una bodega
compartido por amor,
y el mismo vino solo,
emborrachando deprisa
tras la derrota.
Nada es lo mismo dos veces,
no existe el mismo río.

Alguien me habló en la calle.
Yo iba deprisa, pensando en mis cosas
y un susurro me sacó por un segundo de ellas.
Desde una esquina me siguió hablando,
me llevaba con su música a otro lugar,
a otro tiempo,
como si el tiempo de esa música, sus intersticios,
no fueran hoy, ahora,
como si el tiempo en que la oí por vez primera
hubiera empapado las notas de aquella melodía.
Volví a otra época y de pronto ésta ya no era lo único importante,
era un momento más, un tiempo que como todos pasa,
un tiempo gemelo de otro, unido a él por la canción
de un músico desconocido,
pero que habló conmigo como lo solía hacer el mundo
cuando todo era nuevo, cuando aun mi oído era niño.

El tiempo moja la música
para que transcurra disuelta
en él.
Así, el tiempo se endulza
como agua con azúcar,
o sabe a la sal del mar
o de las lágrimas.
Y la música termina
y alguien la quiere usar en otro tiempo
y la usa.
Porque la música nunca pone impedimentos.
Pero hay algunas
que no llegan a secarse entre sus interpretaciones,
y al disolverse, mezclan un tiempo con otro,
y traen a éste la sal de aquél
y nos recuerdan aquel sabor de las lágrimas
y su dolor,
que de esta forma rejuvenece,
y de la misma manera otras veces nos traen el azúcar
de la infancia
y nos hacen sonreír con alegría,
como casi nunca los adultos sonreímos.
Esto no es malo, y ocurre por cualquier sitio,
y explica que en el metro
hay esquinas que sólo doblan los niños,
extraños niños gigantes
llegando tarde a la oficina,
zapatos y traje oscuro, sí,
pero niños.

No te culpo de los pájaros...



No te culpo de los pájaros
que atiborran mi cabeza
aunque seas tú sola el aire en que aletean.

La conjetura de los necios.



Entre tantas conjeturas,
llaman la atención
las que provocan emociones.
Amor, tristeza,
alegría, etc.
Más que la luz que rebota
por todas partes
hasta llegar a mí
y me hace pensar
"silla",
más que el aire en que mi calor
se disipa y digo
"frío";
incluso más
que el orden
aparentemente sucesivo
de los acontecimientos
que nos da la idea extrañísima
del tiempo.
Más que nada, me llaman la atención
las reacciones químicas de mi cerebro
ante subterfugios de la especie
para su conservación,
como que yo te ame tanto
o que tenga miedo de perderte si me duermo,
o que prefiera no existir si no es contigo
hablándome,
sonriendo.

De llover y parar

¿ Este día va a ser como ayer? ¿De llover y parar, parar y llover?