Comparada con la edad del universo,
la que nosotros podemos alcanzar
no dura nada.
No se diferencian a esa escala los segundos de los siglos,
siendo de nuestro rango el siglo el máximo
y el segundo el mínimo.
Matemáticamente sería como hallar el límite de una curva.
Saber, partiendo de la importancia mínima
a cuánto asciende la máxima.
Nuestra vida vale lo que valen sus segundos,
ni más ni menos.
Todo parece indicar que nuestra vida no vale nada
comparada con la edad del universo,
pero él jamás ha renunciado a un segundo,
quizá por eso es tan eterno comparado con nosotros.
Corolario:
Tenemos la edad que nos merecemos.