Todo el mundo parece tener novia en el verano
menos yo.
menos yo.
Camino como un turista ávido
de ojos y de labios, y de pechos
y de vientres femeninos;
voy, calle arriba, calle abajo,
de monumento en monumento.
de monumento en monumento.
No es solo la lujuria, ni el calor,
ni la moda de lucir marmóreos muslos.
Es más la búsqueda de una respuesta a las eternas preguntas:
¿Qué tienen ellos? ¿Por qué yo no?
Y luego pienso en todo
lo que hay que hacer y que decir,
y en todo lo que no hay que hacer,
ni que decir, tampoco,
en lo que no hay siquiera que pensar,
o que dejar traslucir en la mirada.
Y pienso en que aún así,
no acabaría la lujuria ni el calor,
ni los marmóreos muslos,
comenzaría solamente una censura
llamada amor.
Y te imagino, a ti, poética, ideal,
pongamos de belleza irreprochable,
mirándome a los ojos ya en la noche,
y preguntándome en qué pienso,
a quién miraba,
si no te quiero...
Y tengo ganas de ser ciego a la belleza,
e insensible a la turgencia.
Pero no puedo.
Abro los ojos, me muerdo un labio
y solo sigo caminando.