He ido a por la licencia
he ido a por el arma
he ido a por las balas.
Ahora iré
a por vosotros.
Hay una parada de autobús
junto a tu casa
y otra de tren,
y sus correspondientes carreteras,
líneas ferroviarias.
Y hay cafeterías, sucursales
bancarias, tiendas
de toda la vida, colegios,
polideportivos.
Y por supuesto tú.
Desde mi punto de vista
solo tu existencia justifica la existencia
de tu mundo,
aunque probablemente existiría
sin ti:
no para mí.
Y cuando voy en tren hasta tu barrio
soy como un glóbulo rojo transfundido
viajando por vasos sanguíneos sorprendentes.
Soy como un niño que lee a Julio Verne.
Veo el mundo paralelo, las paralelas vidas
de la gente para la que soy un solo rostro extraño
que asimilan sin pensar: una brizna más de hierba.
Para mí, ellos son un universo
nuevo del que solo sé sus leyes
y que tú estás.
Y mi sangre y mi literatura al fin se identifican
con la que yo creía inservible primavera
de la Luna.
Te amo
como las hojas verdes aman
a las verdes ramas.
Como las ramas verdes al negro tronco,
el tronco negro a las raíces
blancas.
Las blancas raíces a la tierra.
Como la tierra al cielo.
No es cuestión de color, es de alimento.
Y tú me miras con esos ojos verdes y sonríes,
y de tus verdes ojos me congratulo, no es cuestión de color.
De tu sonrisa, es de alimento,
me maravillo.
Me maravillo como las hojas verdes se maravillan del azul cielo
el cielo azul del azul
mar, el mar azul de la luna
blanca.
Como la blanca luna se maravilla de la luz blanca
del blanco sol,
que la alumbra
porque la ama.
Cuando yo era feliz
era más agradable
para todos.
Para mí el primero,
pero también para ella
y para ellos.
Ahora todo es aburrido y cuesta arriba.
Todo es verano o invierno,
Madrid o Barça,
grande o pequeño.
Todo estupidez o chulería.
Muerte o esto.
A mí ya no me traga casi nadie
y no les culpo,
yo no les echaré de menos.
Mis amigos demostraron ser unos pusilánimes
y yo un llorón molesto.
Pero me llama la atención que a ella
nadie le pida cuentas.
Todo el mundo da por hecho que aquél que dejó es éste,
pero no. Yo antes era alegre
y risueño. Contaba
las mejores anécdotas.
Nunca he dejado tirado a un amigo
un sábado.
Ni un lunes, ni un martes, ni un miércoles,
ni un jueves, ni un viernes;
algún domingo sí, nadie es perfecto.
Yo antes sabía escuchar, la gente
me pedía consejo.
Recuerdo que al llegar la Primavera
quería llorar de alegría
y que me contenía, y que a ella
la cubría de besos.
Antes había Primaveras y Otoños
y en los meses con erre
sidras, gamoneu y centollo.
Ella me dejó con los huevos rotos,
y eso es más desagradable para todos.
Para mí el primero,
también para ellos,
pero, de entre ellos,
el primero
Para ella, que con mis besos se llevó mi primavera
y con mis lágrimas mi otoño,
ahora
ya no.
Acaso el preciosismo en la poesía dependa de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado, es decir, si multiplica u opaca. Te...