qué día
Las hojas de los árboles se hablan entre ellas
y las ramas.
La hierba,
envés de manos sobre hombros,
susurra al oído de la hierba.
Suenan heroicos los pájaros gritando
tal como la vez primera que volaron.
Y se oye al río rumorear
por siempre.
Y el mar.
Y el viento.
Y nadie miente.
El hombre, oyendo el son eterno
del viento sobre el mar.
Hijo del mar y el aire,
dónde; qué día, pletórico de noche,
supo el hombre
de la mentira.
Cansada
Cansada de muelle y lana
tomó todas las plumas que encontró
y las metió en un saco.
Había millones, y ella trataba de dormir,
pero hasta aquel colchón la detenía.
Su cuerpo seguía sintiendo la gravedad
y una noche, buscando la postura,
saltó por la ventana.
Y pudo al fin dormir un rato
mientras caía.
Solo el aire fue tan blando.
solo sabe bailar chachachá
En París tienen un metro
que mide exactamente
un metro.
Porque un metro mide un metro
cuando mide lo que mide
ese metro
de París.
Un metro justo.
Es de platino e iridio, como el kilo,
que pesa un kilo exacto, también,
por lo mismo.
Miden bien, los parisinos,
saben medir.
Los españoles, a veces,
cuando hablamos no medimos,
y por eso a una señora del Tea Party madrileño
la llamamos Esperanza.
Y por eso la ponemos a medirnos el subsuelo
y ella nos dice que un metro
de repente
es metro y medio,
y que con dos euros ibas y volvías
y ahora vas y ahí te quedas,
que te falta medio metro pa la vuelta.
No medimos, es así.
En París, donde los niños,
sí.
Los políticos se ríen poniéndonos acertijos
como para demostrar que no sabemos medir,
que no sabemos sumar, que no sabemos,
ni mucho menos,
multiplicar.
Y ahí quería yo llegar:
Más por menos.
Más por menos en cada boca de metro,
en cada andén, cada vagón.
Más por menos, nos preguntan,
y nosotros, madrileños, lo leemos,
pero no lo respondemos.
Yo recuerdo que cuando era pequeño
más por menos era menos.
Madrileños...
¡Madrileños de Madrid, madrugadores activos,
decidme en el alba, a quién,
¿a quién el metro han subido?
Un metro que no se ve porque viaja por debajo,
el metro en que os apiñáis para viajar al trabajo,
que es vuestro único país,
porque no pisáis Madrid hasta que llega el sábado
y ni siquiera, porque el sábado, cansados,
os quisierais desterrar a la patria del Dormir.
Y llega la líder-esa,
sonriente, supertiesa,
que se cae de un helicóptero con Rajoy y sale ilesa,
y se pone un galardón y brinda con la botella
cada vez que inaugura un agujero,
pero nunca pisa el metro porque va por el subsuelo,
y nosotros, madrileños subterráneos
pagamos un metro y medio a medio metro
bajo tierra.
Y mientras vas al trabajo ella baila sobre ti,
porque tu techo es su suelo y,
porque tú sueles estar bajo su suela ella suele sonreír.
Y ella salta y silba y sueña
y siembra
y siega.
Sube, saluda y siente el susurro de la brisa en sus orejas
insensibles a los siervos de la gleba,
a los que sostienen todo sin saber lo que sostienen
más allá de una esperanza a la que tú
se la pelas,
que se sienta en una silla
sola
de su casa SOLariega.
Así nos va, bajo ella
y su amiga la Botella.
Y ahora voy a decir yo lo que no dijeron ellas:
Más por menos significa que os cobramos más
por menos, que por menos
pagáis más.
Más por memos os cobramos
más por memos os jodemos
más por memos.
Y mientras sigáis siendo memos,
más memos que Nos, al menos,
lo que queramos de Vos,
ni más ni menos,
eso será lo que haremos.
saber
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
G. A. Bécquer
Pensar, ¡saber!
que entre cada brizna
de hierba hay uno
que entre cada letra
cada grano de luz
cada idea palabra
átomo
tú
sonriendo llorando
ni siquiera,
atándote
un zapato.
Un poema entre cada instante
acechando
una imagen posible,
un espejo aguardando
en el ángulo oscuro.
Como el tigre
como el mundo
donde mires,
callando.
Armónicos aurales
Alejándose de ti tan lentamente
que nuestros rápidos ojos no perciben cómo
te vas, y solo dejas tu estela en un reloj.
Yo creo en la ilusión de tu existencia
simultánea a la mía, ya que ambas son
una misma naturaleza.
Pero es falsa, en este juego
de universos, tú y yo
somos las reglas
Todos
Todos los días un grupo de niños protesta
por el olor del aula,
por el olor de un grupo de niños,
al empezar la clase,
al terminar la clase.
Ocurre todos los días
al sonar la campana.
Ocurre todos los días
al abrir los ojos.
Todos los días suena la protesta de cualquiera
por el mundo,
por cualquiera.
Por cómo funciona todo, por cómo
se porta la gente.
Todos los días los espejos se nos tragan
como charcos. Todos los días abrazamos
nuestra imagen
al otro lado.
Sin dejarla respirar
para no olernos.
Sin dejar que salga
del lago.
Tipos fluorescentes
Tipos fluorescentes contra la entropía
orden de cristales entre aullidos
pilas de colillas en castillos
arrullo de niños.
Hordas selenitas que devoran plástico,
papiroflexia del día,
brigadas lanzadas a incursiones limpias.
Muelas sin caries,
húmedo plan antinatural.
Bomberos que apagan la noche en el alba.
Jardineros que riegan la luz
que ilumina
el pan.
Comba...
Comba la bóveda
celeste, Selene,
hacia afuera,
amanece de una vez.
Quieta. Deja que yo,
previo a Copérnico, crea
en tu órbita en torno,
que sea paladar
más que lengua, que sea
de algo
único ejemplo.
Apiérname entre tus piernas.
Frotarme, arrancar. Aplacándose
Una lágrima en cada músculo,
en cada poro.
En cada roce la salinidad
de un mar
en mis dedos.
Frotarme unos ojos hasta sangrar
que están secos.
Arrancar la costra buscando las lágrimas.
Lágrimas
de cualquier color.
Amor coagulándome ante tus ojos,
sangre aplacándose.
Te convierto en estatua de sal.
Sed del Leteo,
que termina al primer sorbo.
Llévame, distancia,
lejos.
Oh Navidad, mi Navidad!
¡Oh Navidad, mi Navidad!
Terminó nuestro espantoso viaje
por el calendario
hemos salvado el final del verano,
los difuntos, el puente-acueducto
de la Constitución.
Ya llegas a nosotros, ya oigo las campanas
sobre campanas,
los peces en el río se emborrachan,
el pueblo acude ya gozoso al Corte Inglés
sin esperar a las
más lógicas
rebajas.
Mas oh, corazón, corazón, corazón,
Papá Noel no existe,
los reyes son los padres.
Oh, Navidad, levántate
y escucha las campanas
sobre campana,
los peces en el río,
levántate, es para ti el belén,
los villancicos, el abeto,
las luces por las calles,
son para ti las colas en doña Manolita
los huérfanos aclaran ya
su voz.
A ti te llama la masa móvil del Pueblo
a ti vuelve sus rostros anhelantes.
El Barça-Real Madrid queda muy lejos
y del Real Madrid-Barça no se acuerda ya nadie.
Oh, Navidad, oasis del año,
que aun seas descanso del trabajo,
pero no, no es más que un sueño,
Papá Noel no existe,
los reyes son los padres.
Yo ya no soy un niño,
el árbol me da alergia,
tengo que ir a comer el 25
con mi familia y el 31 ceno
con mis suegros.
La Navidad se ha muerto entre mis brazos
he visto tantas veces
"Qué bello es vivir"
que voy a vomitar.
Y mientras tanto los centros comerciales
están a reventar,
están a reventar los cines,
llenos de niños,
llenos de gilipollas haciendo cola
para una cocacola.
La música a tope, la luz
a todo trapo, los cajeros vacíos,
el cava derrochado.
Mas yo con pasos fúnebres
recorro la ciudad huyendo del desmadre
y grito, pero no escucha nadie:
¡Papá Noel no existe,
los reyes son los padres!
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Son cosinas,
Tréboles
Un instante cualquiera
Hay una mosca quieta.
Suspendida en el aire.
Sus ojos múltiples, sus alas extendidas,
como clavada con un alfiler a un instante.
La observo, exenta, desde los ángulos,
en un traveling de izquierda a derecha,
de arriba a abajo, entre
la luz que refleja el lado contrario.
Veo el reflejo en sus ojos de celda.
Sé, así, lo que ha visto antes
de este momento:
el que lo cambia todo tanto que se hace eterno
y hay una mosca quieta en mitad del tiempo.
Bajo ella un hombre,
un cuchillo.
Hay sangre de una mujer por el suelo.
Hay una mujer muriendo rodeada de sangre
en el suelo, en una habitación normal
de cualquier ciudad.
El hombre la ha acuchillado,
la acuchilla,
en el pecho, el abdomen,
en el cuello.
Hay heridas en sus brazos,
cortes en sus dedos.
Tiene los ojos abiertos
y en este momento, durante esta pausa,
sus ojos dejan de ver a su asesino,
al resto del mundo.
La mujer ha muerto.
Justo en este momento,
el que lo cambia todo tanto que se hace eterno,
y hay una mosca quieta en mitad del tiempo.
Ahora, antes de que continúe,
describiré otras cosas
apurando lo descriptible, lo quieto:
es verano, hace calor,
la habitación huele a tabaco,
sudor, alcohol,
humo de algo que se quema en la cocina.
Hay un televisor funcionando,
su imagen también parece detenida.
No lo está, continuará cuando se reanude el hilo
de lo que acontece, excepto la vida, parece claro,
de esta mujer ya ciega, ya inconsciente,
ya insensible. Ya muerta,
ya noticia tal vez, ya
estadística.
Ya.
A partir de este momento,
el que lo cambia todo tanto que se hace eterno
y hay una mosca quieta en mitad del tiempo.
Hay una mosca quieta en mitad del tiempo
como clavada a un instante con un alfiler.
Sus múltiples ojos lo han visto todo
sus alas extendidas en el aire
reanudarán ahora su zumbido.
Una mujer muerta bajo mil ojos.
Verano. La mosca sale.
Hay mil habitaciones en la ciudad,
miles de ventanas
abiertas.
Y alas que no se paran, que vuelan
por el olvido.
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