Recortes

 
 
 
"Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos."
Apocalipsis, 19:14
 
 
Decretado el exterminio de la Humanidad, los Jueces Cósmicos enviaron cien millones de pavores a la Tierra. Todo aquel que al ver un pavor frente a sí comprendiera su naturaleza perecería inmediatamente. Se preservaban gracias a esta modalidad formas de vida no humanas. Plantas. Animales. Bacterias.
La extinción se completó en el tiempo asignado: una centésima rotacional terrestre, de tal modo que el planeta fue abandonado por el último pavor en el momento exacto en que se iniciaba un nuevo ciclo estadístico de supernovas. A esto se le llama en la jerga del Alto Tribunal "poner en hora un mundo".
La Humanidad sobrevivió, empero. Se libraron de la muerte los siguientes individuos:
Invidentes: 40,021.206
Niños que jugaban durante el proceso al escondite inglés sin hacer trampa: 10.080
Enamorados esperando un beso: 2.932

El Funcionario Revisor de Plagas dio cuenta de dichas imperfecciones en su informe reglamentario, ante el cual, el Juez de guardia del Alto Tribunal emitió la siguiente Providencia:

"Se procederá a la nueva puesta en hora del mundo Tierra transcurrido el presente ciclo estadístico de supernovas. El procedimiento de exterminio definitivo será dictado por el Servicio Cósmico de Peritaje para Extinción de Plagas. Dicho procedimiento deberá ser tipificable como "severo" según la tabla universal de riesgos programados, como rige la Normativa de re-extinciones.
No se estima la apelación del Defensor de Especies Ignorantes acerca de la inocencia de los individuos supervivientes, debido al altísimo porcentaje (triplica la tasa permitida para mundos planetarios; sería punible , incluso, en un mundo estelar) de cabrones entre los invidentes humanos, que es idéntico al de la Humanidad previa a la extinción pavorosa.
No procede la suspensión, por tanto, de los trabajos hasta que todos los humanos sin excepción perezcan.
Este Tribunal se reserva la potestad para actuar del mismo modo, sin perjuicio de lo anterior, contra palomas o cualquier otra especie o género concreto que ponga en peligro la convivencia y el orden natural de ese y/o de otros planetas próximos.
Se considerará esta sentencia firme y se hará efectiva en el plazo estipulado."


Mientras tanto el Mundo vivía un nuevo amanecer plagado de supersticiones y palomas.


Esto es así.





Te amo como un vaso de cristal precipitándose al suelo
invulnerable, ideal, eterno,
de una cocina.
Y así quiero romperme, en mil pedazos contra ti.
Como la ola-entelequia en la que los surferos creen mientras flotan
y piensan, como un mantra, "la siguiente",
si existiera, rompiéndose contra la escollera de la muerte
de todo un Mar.

Quiero estallar  como una ampolla de nitroglicerina, y que el cristal
no reconozca la Ley de la gravedad terrestre,
y pida que se le juzgue según el código vigente en los agujeros negros,
de tal manera que sus fragmentos se pulvericen, se disuelvan
y que parezca que se ha tirado de cabeza
y que quería caer, que no hacía nada por detenerse,
por rebotar, que porfiaba para atravesar el suelo
impenetrable de gres porcelanoso,
imitación granito, pero más duro que el granito
ecológico.

Te amo tanto que quiero desaparecer,
atravesarte con mi pene, con mis ojos,
mi cadera. Mis uñas, dedos y brazos,
mi corazón, en su acepción orgánica
de simple bomba que exprimida es parecida a un puño
apretadísimo.
Pero esta vez tan apretado que el tejido
muscular
cardiaco
pierda coherencia
y que las miofibrillas no resistan la tensión
y cedan y se conviertan en un líquido
que fluya como solía hacer fluir.

Pero no atravesarte para estar después al otro lado,
sino, como un misterio cósmico,
como una onda que de pronto cesa sin motivo,
dejar de ser, y que ningún científico
del Instituto Tecnológico
de Massachussets ni del Acelerador de hadrones de Ginebra
ni ni siquiera todos ellos, colaborando sin reservas,
como si de su trabajo dependiera la vida en los planetas,
ni ninguna otra prodigiosa mente de la Tierra
el cómo de mi ausencia
pudiera desentrañar.

Quiero romperme en ti, erradicarme de tu entorno,
no ser otro, disolverme,
aplacar mi sed de ti a costa de todos los océanos;
deslumbrarme con un Sol entero ardiendo en cada ojo,
difundirme como un upskirt del Príncipe de Gales por la Red.

Lanzarme contra ti como un Ícaro con más cera que plumas en las alas.

¡Reventar!,
como un tomate cherry entre las fauces de un mandril cuya cabeza
es aplastada, a su vez, por los colmillos ciegos
e irracionales de un cocodrilo
que sufre una asfixia lenta bajo la lava de un volcán
cuya erupción, no obstante, carece de importancia
comparada con el impacto sorpresivo
en ese mismo instante y lugar
de un meteorito.

Yo te amo así, de esta manera,
y siempre tengo hambre y sed y frío, y sudo,
y vacío mi intestino y mi vejiga
y rechino los dientes
y vomito y río y lloro
y grito como un hombre primitivo cuyo padre
acaba de morir alcanzado por un rayo
y arde
y deja de llover.
Y me crecen las uñas de los pies y de las manos
y el futuro me atraviesa sin que lo vea venir
y tengo el tiempo justo para entender el Mundo
desde la perspectiva de
mis cenizas.


Y siempre, independientemente de si tú estás o no,
esto es así.

libros



Libros por leer,
estantes llenos de libros,
libros, apilados en el suelo,
páginas apelmazadas,
cerradas como los labios
de un niño que, pequeño,
se enfada y
no quiere comer.

Y todas esas páginas negras,
todas las páginas cerradas
que guardan sus letras en el silencio negro
y eterno en la práctica
por egoísmo de las abiertas,
deteniendo con su peso el tiempo
haciendo de las páginas abiertas
un tiempo tan mínimo
que no es tiempo,
tan mínimo que no transcurre y al fin
la página abierta
es una herida abierta
como un hachazo en la madera
del árbol y sola
no significa nada,
más que un ejemplo, un instante,
una fotografía,
un crisantemo eterno abriéndose siempre,
floreciendo en una tumba
invisible
bajo tierra.

Páginas por leer,
tiempo que no es ahora:
tiempo mañana, tiempo ayer, tiempo
hace un minuto, tiempo dentro
de una décima de segundo.
Todo, en la práctica, el tiempo del mundo,
negro y eterno
por egoísmo del tiempo
actual,
el tiempo en que vivo, veo,
jadeo, siento, creo.
El tiempo humano tan mínimo
que no es tiempo,
tan mínimo que no transcurre:
que es una herida abierta
como un hachazo en la existencia
de los planetas, de las estrellas,
de los átomos.

Y digo aún que existo.
Y digo aún que leo.

Y digo que entiendo el mundo sin abarcarlo,
sin saber dónde termina, sin saber
qué es.
Digo que aún he de leer
otro libro
antes
de que el tiempo pase mi página.

Leeré aún una palabra
antes de que oscurezca,
antes de que yo sea un trozo mínimo
de negrura.
Y aún leeré una letra
como una chispa ilumina.

Y aún creeré que yo
en ese tiempo mínimo de incandescencia
podría
incendiar
el mundo.

parados giran en torno al mundo


 Todo lo que Billy podía ver eran las pequeñas porciones de espacio que recortaba el orificio exterior del tubo. Pero lo peor del caso era que él ignoraba dónde y cómo se encontraba, y ni siquiera se daba cuenta de que su situación era anormal.
Matadero Cinco
Kurt Vonnegut

Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil
parados
dando vueltas desde que el sol sale hasta la noche.
Dando vueltas como soles alrededor de un centro
que no les deja irse ni quedarse;
girando entre dos fuerzas opuestas,
la que les une y la que les aleja.

Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil
parados como soles
girando, esperando el giro
copernicano que los pare
y ponga a girar el mundo en torno a ellos.


Mientras tanto
el mundo les ve girar, inmóvil,
como el mundo ve girar el sol en torno a sí,
y llama al día sol
y al sol lo llama día.
Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil parados como días,
hay cuatro millones setecientos mil hoys
simultáneos
en torno a los que un mundo inmóvil nunca gira, y
parados giran en torno al mundo
y son hoy día tras día
porque no hay para ellos sino hoy,
porque no hay mañana para ellos
sino un hoy tras otro,
inmóvil, igual y simultáneo
al de otros cuatro millones setecientos mil hoys
inmóviles, iguales,
girando en torno a un mundo
que no sabe que gira en torno a ellos.

Y agrupando siete hoys
podemos ver una semana simultánea en una fila
esperando el día en que por fin el mundo
les haga distinguir los días
y sean consecutivos en vez de simultáneos
y los lunes no sean tan parecidos a los domingos.

Podemos, agrupando treinta hoys
ver los meses esperando, humanos,
quietos, sin saber qué tiempo de qué mes
están perdiendo, si agostos o febreros.

Podemos ver los años.

Hay trescientos sesenta y cinco hombres ahí,
trescientos sesenta y cinco hombres como días,
hay un año que no sabemos cuál,
humano, ahí, en fila.
Ahí hay trescientos sesenta y cinco hombres como un año
de trescientos sesenta y cinco días, y cada día un hoy.
Hay trescientos sesenta y cinco hoys. Un hoy, un hoy,
y así hasta trescientos sesenta y cinco hoys que son humanos
y están viviendo un ay.
Un ay su hoy. Un hoy su ay.
Ahí hay un hombre viviendo un ay.
Ahí hay un hombre diferente viviendo un ay.
Ahí hay así hasta trescientos sesenta y cinco hombres diferentes viviendo un ay
simultáneo.



Había
trescientos sesenta y cinco hombres diferentes
viviendo trescientos sesenta y cinco hoys
que hoy son ays,
trescientos sesenta y cinco ays viviendo hoy,
y hoy, y así hasta trescientos sesenta y cinco
y hasta trescientos sesenta y seis.
Y así hasta, hoy, cuatro millones setecientos mil ays
girando
desde que el sol sale hasta la noche
esperando
el giro copernicano que los pare
y ponga a girar el mundo en torno a ellos.

somos mundo



Si dios existe, lo que ha hecho
es darnos la impresión de propiedad
sobre los acantilados,
el poder único de creer que el mundo es nuestro.

Y ni siquiera es alquilado.

Porque nosotros somos mundo
como los animales, como los árboles,
como las rocas que reciben el oleaje.

De entre todos los objetos
presumimos, sin saberlo, solo de ser
los más casuales.

pringaos!




Novios de ojos cerrados
que esperan besos.
Niños
jugando al escondite.
Parpadeos.

La realidad dice que es hora de hacer ruido.
Nadie va a quedarse remoloneando
ni un minuto más.

Son nuestros problemas los que nos agitan.
No tenemos mantas
ni colchón
ni suelo
ni nadie en el piso de abajo
para parar la caída.

dentro



dentro de mi cráneo
cabe en una jarra
vulgar
de agua.
Afuera, el infinito finge,
como si la nada
fuera.

Escucho, miro;
qué soledad cuando consigo hacerlo bien.

y qué?...,

susurra el mundo.

¿Y qué?, pregunto, como un eco
que no es eco. Ni siquiera,

porque
ni yo
me recordaré.
o
¿quién
ha dicho
mis últimas palabras?
y
¿para qué?

La noche de la mujer trabajadora





Entra en la cocina
sujeta el grifo
mira a otro lado.

Habla de algo distinto mientras lo aprieta.

Yo sigo con mi vista su mirada por la ventana abierta.
Qué importa, la ventana.

Con expresión distraida,
como si hubiera hecho esto mil veces hoy,
abre la llave, que estalla empapándola.

No dice nada.
Se seca lentamente, sin apartar sus ojos de los míos.
Me ofrece un chicle.

Se va
por donde vino, hay más
averías.

Cualquier día de estos



portada de la edición impresa de El País de hoy, que no menciona la manifestación contra la reforma laboral. La portada de las páginas especiales sobre Madrid está dedicada a la sequía







Se acerca el día
después de protestar en interiores sin testigos,
después de bautizarnos en credos fatalistas,
después de arrinconarse como polvo incómodo
la palabra
hasta que no se oye
ni ve su procedencia,
está llegando el día,
después de no decir
ni "esta boca es mía" y masticar la frase
hasta volverla bolo alimenticio,
ya viene el día en que digamos,
habiéndolo pensado con naturalidad
"ni esta boca es mía"
y al día siguiente
"esta boca no es mía",
y que empecemos a hablar de lado y para atrás
y nos encaminemos por nuestros pies y manos al desastre
y nadie pueda luego protestar por algo
que nadie ha hecho,
que nadie ha dicho,
porque lo habremos dicho y hecho todos
desde ese día
que no dijimos
lo que al final, de no decirlo,
dejamos de pensar.

O ya ha llegado.

O llega cada día.

Quick Response




En el código QR de mi blog podía verse al mismo tiempo el rostro de Jesucristo sobre la Sábana Santa, una máscara funeraria carolingia, el reflejo de Aladino en una lámpara y la blanca cicatriz del obsesionado Ahab. En su centro había una cruz bizantina y en la esquina sin cuadrado, olvidada de su dueña, una arpa. Sí, así, en femenino. Al mirar en él más lejos aparecían dos líneas confluyendo hacia un Aleph. Y miré por él mil veces y mil veces vi lo mismo: un lugar ausente de sustancia, de sonidos y de vida. El silencio, del que nace nuevo todo cuando todo se termina.

poesía ERE´s tú




Un poeta entra en un bar
pide una cerveza
la paga la bebe y se va.
Y nadie lo sabe.
Nadie.
Solo la cerveza quiso hacerse cargo
de su escalofrío.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...