Esclavos






Esclavos los ha habido siempre
porque es difícil estar en el lugar del esclavista
y resistirse a serlo.

La esclavitud es como un mantra
disuelto como sal, o como azúcar
entre las haches y las oes del agua.

Así, algunos llaman agua al caldo de los mares
si no han probado nunca nada insípido,
o llaman agua dulce al agua con azúcar
porque no entienden otro río que el olvido
que hasta las rocas del pasado dulcifica.

Esclavos de hoy,
peces que creen no haber bebido nunca,
aves que ignoran que respiran.
Vistiendo trajes, zapatos, camisas y corbatas
marchan en fila por sus cauces:
escorrentías de gente en hora punta
que existen para que todos las usemos,
querámoslo o no.

Si piensas que eres libre
y no has sentido nunca la tentación del esclavista
tal vez lleves un yugo, tal vez una camisa,
unos zapatos, un traje, una corbata
con la elegante devoción de los esclavos por sus amos
que casi nunca les pegaban,
que les daban ropa limpia.

Hace un siglo.

Mi abuelo se crió en una guerra abierta,
nítida, como la sangre que se mezcla con la nieve.
Era una Europa unida por la pasión común,
salvaje, de la muerte,
que decidió rascarse las heridas con bayoneta,
cazar hombres y mujeres
y alimentar con ellos la belleza trágica de las flores y la hierba,
forraje perfumado de las bestias.
Mi abuelo salió un día por la puerta y diez años más tarde
volvió un cuerpo mudo y aterido
que parecía mi abuelo y había muerto en muchos sitios.
Después siguió desayunando cada día
y en su paseo diario recordaba
que hasta los veinte años
era un humano
que lo ignoraba todo sobre su condición.
Murió ese cuerpo y al día siguiente
se le hizo un funeral.

Hace setenta años.

Mi padre nació esclavo
y las ventanas de su celda fueron globos
que huyeron hacia el cielo entre lágrimas.
Su infancia fue un recuerdo desde que abrió los ojos
su adolescencia una caída en bicicleta;
el futuro una amenaza, el pasado una injusticia.
Le salvó de la extinción un mono azul y un apellido
bordado en rojo. Su vida fue un simple hilo.
Tratando de mirar a la altura de los ojos de otros hombres
pasó su tiempo de puntillas sin saber que para eso
algunos usan escaleras.

Hoy.

No soy mejor, nadie lo es.
El mono azul ahora es un traje
y los mecánicos son ingenieros,
hasta los niños hablan inglés.
Pero no cambia lo que tiene que cambiar
para que ya no sea tan difícil
estar en el lugar del esclavista y no serlo,
para que muchos no se comporten como uno,
para que el hombre no sea solo
una gota en el río del olvido o en el mar,
que diseña acantilados
como si hubiera en ellos algún plan.

Mañana.

Y mientras todo gira y grita
que no somos el centro, que nada humano importa,
la Humanidad sigue dejándose llevar.
Ser un esclavo es demasiado fácil
y aún es más fácil no negarse
a ser un esclavista.

oleaje




Amo el oleaje porque me recuerda a tu respiración:
cuando en la hora de irme temo
no volver
de la oscura travesía.

Me gusta escuchar que navegas tu sueño
si yo soy tu costa.

Creer que al dormirme mi Ítaca
se ancla en tu cama.

Y partir.

Yo como un clavo





Yo como un clavo
que camina y se detiene en equilibrio.
Y miro el mar y el firmamento
y siento el viento frío en torno a la cabeza
distingo el horizonte allá, lejano,
inalcanzable, tan hermoso...
y lo es aún más porque hay futuro
y es un martillo.

En blanco en Navidad





Sigue, Navidad, año tras año,
nevando en los grandes almacenes.
En las pupilas de los niños que, éste también,
ven a Macaulay Culkin por la tele.

En los dibujos animados,
en los anuncios,
en el belén.
Tú sigue navidad, nevando en todas partes
menos aquí en mi calle,
donde yo duermo ahora a la intemperie.

Nieva si quieres en mi casa, dentro.
Ya nadie vive allí. Tú nieva.
Ya nadie paga las facturas de la calefacción
para que el vaho no empañe el villancico; nadie la luz,
para lograr intermitente brillo en el abeto.
Allí ya solo duermen sueños congelados,
allí puedes nevar como en mí nievas hace tiempo.

Pero si en mí ha de ser, no sea sobre mí -nosotros- pido.

Nieva, sigue nevando, Navidad,
sobre los techos de los que tienen aún hogar
y un clima cálido en el pecho.

Y déjame, déjanos, dormir calientes.

En la calle,
como regalos que los pajes de los Reyes
juzgaron mal envueltos.




Mañana



Mañana abro la jam session de Diablos Azules. He elaborado un poemario muy breve, para la ocasión, titulado "Concesiones a la galería".

Se podrá ver por la hoja en blanco? nunca se sabe.
Comienza en teoría a las 21:00 (hora española) pero seguramente se retrasará, porque, entre otras cosas, yo salgo de un curso a esa hora y tardaré 40 minutos en llegar.

http://www.lahojaenblanco.es/

Aprovecho para saludar a todos los que me leéis aquí, no me quiero poner muy emocional, pero gracias.

el tiempo como comburente







Hay que imaginarse a Dios probando inventos.
Las matemáticas, la música,
el placer,
el horizonte.

Después
el ser humano.
Consecuencia, relleno,
operario sin mérito.

No se preocupó por ocultarse una vez nos dio los ojos
ni por qué íbamos a hacer cuando nos dejara libres.
Para eso le servimos.
Nos espía cuando somos como él,
complejos
seres
aburridos.

de tanto abrazo loco y sin medida




Si tú

o yo

quisiéramos a alguien

el otro lo sabría.

No estaríamos todo el día juntos
odiando en el silencio,
como follábamos
en el principio
por el suelo,
sin darnos cuenta de lo que no teníamos:
colchón, preservativos,
futuro.

Y ahora que tenemos todo eso
no oímos,
cuando odiamos
en el silencio,
todo
lo que ya
no nos decimos.

crisis




La noche está preciosa con su luz
ausente
solo algunas estrellas dicen vente,
pero tú no has de ir, porque es corriente
correr hacia la luz entre polillas.
Y tú no eres.

Es en la oscuridad donde tu juicio
deja la vida fuera y se aclara
y las ideas que piensas tenuemente
sin los ojos se ven no vagas, claras.

Verás que lo que has visto por el día
será como un dios caido en desgracia
que alicaído nunca volaría.

Sabrás que abrir los ojos esta noche
te envalentonará ambas pupilas
y aprehenderán la luz sin su derroche.

Salva me




El ansia de un náufrago es la compañía,
somos náufragos
en islas repletas de náufragos.
El universo es el naufragio supremo,
cada ser vivo
una tabla a la deriva.

Sálvame, plural, de mí.

Es la oración
que Dios rezaba de niño,
que reza el hombre
ahora que el hombre es dios.

Plaza de San Ildefonso, 8 a.m.






Las uñas de los pies
negras de andar descalzo.
Pétrea mirada en blanco
invisible que se ve.

El lecho de cartón,
rubia de desayuno,
grises volutas de humo
entre brindis por el sol.

Borracho de la plaza,
fiel de los transeúntes,
traspiés de misa a casa
ausente de tu vida.

Midas de ojos azules
que olvida lo que mira.

Verbos de barro.





Les dice Jesús: Desatadle, y dejadle ir.
Juan, 11:44












Un poeta está escribiendo
su poema.
Ve imágenes, escucha, huele,
saborea, recuerda.
Resbala por el papel
como por un tobogán de la infancia,
uno de aquellos que terminaban
de pronto,
cuando dejaban de ser
toboganes.

La rampa solo es la rampa.
La rampa solo es la rampa.

Y se repite la historia que no estaba previsto repetir.

Un poeta está escribiendo su poema.

Poema escribiéndose: palabras muertas que resucitan.
Un funeral inverso
en el que los vivos reciben a los muertos.


Me imagino al hombre que escribe,
sentado en una silla,
sobre un papel, con un bolígrafo.

Creando un universo
sobre un papel, con un bolígrafo.

Tal vez dios de algunas leyes propias de lo escrito
sobre un papel...

es un hombre que se convierte en
un poeta, cuando crea.
Como Dios fue dios mientras creó.

Es un hombre que es solo un hombre
cuando deja de crear.
Un animal mortal respirando el aire del presente,
quemándose por dentro hasta la muerte con su oxígeno,
con su orden
cronológico.
Más cierto que los dioses
eternos, fuera del tiempo,
inexistentes
mientras no donan soplos animadores de las nadas.


Ahora imagino al poeta
que escribe, sentado en una silla.
Y deja de escribir unos instantes
y deja de existir, y esos instantes
los vive el hombre solo.
Pero no quiero imaginar al hombre:
borro al hombre.
Quiero ver la intermitencia del poeta
como una imagen en una tele mal sintonizada
en la que las imágenes vienen y van
mostrándonos el artificio técnico
que es llamar a una pantalla
realidad.

Así veo yo a ese poeta
que escribe ahora una letra
y escribe una letra
y piensa, y se distrae,
y la poesía agoniza a sus pies de hombre que no escribe
porque no hay ningún poeta rescatando a las palabras
de sus tumbas
y llamándolas a alinearse
en ese patio blanco de papel
que vela armas tras la letra
eternamente,
como un dios inmóvil, silencioso,
inexistente.


No hay
más tinta
que la tinta de las letras.
No hay más poeta
que el que termina su poema
y deja vivir a las palabras bajo sus propias leyes;
toboganes entre el cielo y la tierra,
verbos de barro
que no recuerdan el tiempo
en que solo eran ideas.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...