El amor es lo contrario de la Historia.


El amor pasa
y resulta incomprensible en perspectiva:
es lo contrario de la Historia,
hay que vivir en él para entenderlo.

Cuando uno ve qué cosas hizo en otra época
las analiza
descontando el sentimiento o, aún peor,
sustituyéndolo.

Ve a otra persona,
cree que ha cambiado para mejor,
por no ser ya él (yo)
enamorado.

Pero aún así quisiera que volviese el amor
para actuar de otra manera,
para actuar mejor, a la luz nueva de la razón
que ha recobrado;
contrasentido claro,
pues donde hay amor (pasión)
la razón está suspensa:
no puede haber amor pensado
a no ser como recuerdo
y es un recuerdo vago, sobre algo extraño,
incomprensible y pasajero, aunque real,
porque sorprende.

Posiblemente sea ese descuento
al fin lo único veraz de todo,
quizá tan real como la gravitación entre los cuerpos,
o, entre cada momento erradicado,
tan cierto como el tiempo.

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