La de los largos pies.



Ella es rubia
de la raíz a la punta
y tiene
los ojos azules.

Tiene los dos ojos
azules como el mar
cuando se porta bien y se ocupa
de lo que se debe ocupar, reflejar
tranquilamente el cielo;
cuando el mar no está alterado por el viento
ni por la lluvia, cuando el cielo no se altera
por el mar evaporado.

Y el pelo lo tiene rubio
como el trigo,
como el oro.
Y como el trigo y el oro, con ella
podría fabricarse un pan.

Ella es rubia de la raíz
a la punta,
por eso no tiene la culpa de ser rubia.

Ella tiene los ojos, los dos,
tan azules que resultan admirables
y tampoco tiene culpa, porque
humildemente,
los usa
para mirar.

Ella mira con sus ojos admirables
cuando el único objetivo
digno de su mirada
sería un espejo imparcial.

Pero ella tiene una culpa
y lo sabe.
Tiene culpa de saber y se disculpa.
Se disculpa por ser rubia,
por tener esos ojazos
y aun así ansiar la escucha de sus versos
como ansía cualquier feo que le escuchen
ya que nadie quiere verlo.


Yo me pregunto por qué
tiene ella la necesidad de disculparse
atestadas como están
de feos las universidades,
atestados los gimnasios
de tantos feos que parecen entrenarse para ello.

Narices inverosímiles,
calvicies irregulares,
panzas de Leviatán,
espinillas, granos, manchas...
sin complejos,
pululando por las calles,
irrumpiendo en probadores
a probarse ropa cara,
ralentizando la marcha de cada peluquería,
deshonrando la fragancia de cada perfumería,
abarrotando
de caretos
los espejos.

Escribe.
No pidas perdón a nadie.
Yo te leo.
Beatriz Largospies, la Rubia,
la de ojos admirables.

Silicona


Yo les echo silicona a las grietas,
echo silicona en el baño,
en la cocina,
en la conciencia.

Yo echo silicona a las grietas
de mi conciencia,
pero nadie de mi clase se la echa
a la conciencia,

pero todos se la echan a las grietas
en el baño,
en la cocina.

La rebeldía se atenúa con los años,
piensan. Dicen
la frase esa del corazón
y la cabeza,
de los veinte años y de los cincuenta,
de la izquierda y la derecha.

Y a mí, escuchándoles,
se me cae la cara de vergüenza.
Les echaría silicona en la lengua, pero no se la echo.

Les digo en su lenguaje
que se han vendido, que venden el futuro
a cambio de trazas de presente,
que llevan un traje usado, zapatos
teledirigidos,
una correa de seda en torno al cuello.

Primero me compadecen,
después se enfadan,
al final me retiran el saludo.

Y el domingo, antes del fútbol,
con su tubo de silicona repasan
sus bañeras.

Last night in Twisted River.



Like Santa Claus,
Paco Cascos is coming
to town.

To the city of Oviedo,
pa´ ser exactos.

Paco Cascos, come on,
qué miedo.

Paco Cascos is coming,
Paco Cascos is back,
come, ohno,
don´t fuck
me, shut up!

¡Calla oh!
¡Nomenó!
¡Nun fai falta otru fartón!

Lo que de verdad importa.



Aprovecho el gel de baño
aun cuando su boca exhala tan solo suspiros aromáticos.

El tubo de pasta de dientes
lo aprieto hasta que desaparece.

Hay pan duro en mi casa
como traído de la Luna por Neil Armstrong.

Conduzco kilos de lentejas a su holocausto
consolándolas con una simple punta de tocino.
(Decenas de yoes aguardan su rancho de hoy
en quince días con castrense disciplina).

Escribo en las cartas que me llegan del banco.
No sé cuánto les debo, los números siempre están
boca abajo.

Y luego salgo y desayuno
zumo de naranja.

Y luego salgo y bebo
vino de La Rioja.

Y luego me encuentro a un amigo
y le invito a una Mahou,
y a otra,
y a otra...

Mi poesía.



Mi poesía es una coliflor silvestre,
una legaña, un moco.
Es una ciudad como Gijón,
es un arrecife
de coral.
Como una geoda, como un trozo de carbón,
como el reflejo de la luna en un charco,
como una borrachera, de repente, un miércoles,
como la sangre coagulada alrededor de un arañazo.
Como una inflorescencia.

Es el análisis de Fourier de un eructo.

Y después viene la gente y me dice
qué bonita flor,
cómo me he reído en tu ciudad,
de sus habitantes;
y les miro sin saber
de qué me están hablando.

A veces vale más no ir que estar de vuelta.



Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú yacías en una incubadora.

Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú creías en los Reyes,
mientras tú perseguías mariposas.

Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú cagabas de pie, la mierda
resbalando por tus níveas pantorrillas.

Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú aún no sabías lo que es un ukelele,
dónde queda Oklahoma.

Dios, no tenías ni puta idea de nada,
pero vivías una vida apasionante de recuerdos
lacrimógenos, de emociones intensísimas,
de descubrimientos.

Mientras, yo tocaba el ukelele, noche tras noche,
en la maldita Oklahoma de los cojones.

Soy tan idiota que soy cerveza.


Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor.
Oliverio Girondo


Tomo un trago de cerveza
y me quedo gilipollas.
Leo un verso de Girondo
y me desagilipollo.

Tomo un trago de cerveza
y me quedo gilipollas.
Leo un verso de Girondo
no comprendo, leo otro
y me desagilipollo.

Tomo un trago de cerveza
y me quedo gilipollas.
Leo un verso de Girondo
no comprendo, leo otro,
tampoco.
Espero
no haberme
quedado
gilipollas
para siempre.
Paso miedo.
Leo un verso de Girondo
y me desagilipollo.

Tomo un trago de cerveza
y me quedo gilipollas.
Leo un verso de Girondo
no comprendo, leo otro.
Siento que nada
tiene sentido.
Siento que nada
vale la pena.

Tomo un trago de cerveza.
Está buena.

Tomo un trago de cerveza.
Está fría.

Tomo un trago de cerveza.
La vida vale la pena.

Tomo un trago de cerveza.
La vida cobra sentido.

Tomo un trago de cerveza.
...

Tomo un trago de cerveza.
Tomo un trago de cerveza.

¡Coño! ¿y este libro de poesía?

Briznas de vida.


Qué estrecho resquicio narrativo
me has dejado al irte.
Llegué a llamarte "vida mía"
y ahora ya no estás. Después de todo
no eras mía, y yo aplasté bajo ti,
como la hierba bajo un picnic,
mi verdadera vida.

La brizna que al caer la tarde
húmeda y lenta se yergue como un falo
tendría una historia más prometedora
de no ser por los monstruos de la noche, cerniéndose
al acecho de las migas.

Qué estrecho resquicio de vida.

Soneto tú.


Soneto aquel que no chirría nada.
Soneto aquel que come con cubiertos.
Soneto aquel que siempre lleva bragas.
Aquel que besa y deja un ojo abierto.

Soneto aquel que llora y no descansa.
Soneto aquel que llueve y no se moja.
Soneto aquel que ya se ha ido a casa.
Aquel que sabe que es un pichafloja.

Aquel que nunca ríe es un soneto,
es un soneto aquel que no se enfada,
aquel que siempre dice "lo prometo"
es un soneto, aquel que siempre calla
y aquel que siempre habla es un soneto
y el que critica a aquel a sus espaldas.

Sonetos y sonatas,
puristas de la piel, los más abyectos
los libres carceleros del soneto.

Soneto.


Soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto soneto.
Soneto soneto soneto soneto,
soneto soneto, soneto soneto.

Soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto soneto,
soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto, soneto.

Soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto soneto,
¿soneto soneto soneto soneto?

Soneto soneto, soneto soneto
soneto soneto, soneto soneto
soneto, soneto, soneto... ¡soneto!

Cagüendiez.

Yo soy Dios y mi circunstancia.
(y si no la salvo a ella no me salvo yo)

Reina.



Pensé al verla
que era una princesa triste
y le encajé el calzado sin dudarlo.
Después la descalcé
y la besé en la frente.
Y se dejó el teléfono olvidado en mi memoria
mientras se iba
corriendo.

Pero no hay tanta suerte en el mundo
como para que no quepa toda
dentro de lo extraordinario.

Sentía que mi vida cambiaba,
aunque la tuya no cambia y entonces
la mía tampoco.

Tú quieres ver cada mañana un
nuevo rostro entre otras sábanas,
otras paredes.
Yo quise ser desde el principio
Príncipe Azul.

Primero entre los iguales siendo sincero;
azul, hasta el horizonte.

Mis paredes son horizontes azules.
Azules, mis leves sábanas.
Y la sinceridad que es no tener más de una cara.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...