Reina.
Pensé al verla
que era una princesa triste
y le encajé el calzado sin dudarlo.
Después la descalcé
y la besé en la frente.
Y se dejó el teléfono olvidado en mi memoria
mientras se iba
corriendo.
Pero no hay tanta suerte en el mundo
como para que no quepa toda
dentro de lo extraordinario.
Sentía que mi vida cambiaba,
aunque la tuya no cambia y entonces
la mía tampoco.
Tú quieres ver cada mañana un
nuevo rostro entre otras sábanas,
otras paredes.
Yo quise ser desde el principio
Príncipe Azul.
Primero entre los iguales siendo sincero;
azul, hasta el horizonte.
Mis paredes son horizontes azules.
Azules, mis leves sábanas.
Y la sinceridad que es no tener más de una cara.
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ResponderEliminarEste poema enamoraría hasta a una cucaracha.
ResponderEliminarDepende de lo cursi que sea la cucaracha.
ResponderEliminarcon que sea negra
ResponderEliminarA mí me encanta este poema, ... será que soy cursi.
ResponderEliminarPablo de mi vida!
ResponderEliminarme encanta!!!!