Yo heredé de Apolo y Calíope unos bártulos
y el triste destino de Orfeo:
"...y que solo las ninfas más puras admiren tu arte,
y que sea su fragilidad la tuya, y que sea
su amor el vehículo
de tu perdición."
entre otras lindezas, clamaron las Parcas
en mi alumbramiento.
Y no olvido la inocencia sublime de Eurídice,
(aunque lloro por mí, no la olvido).
Quizá ella no lo merecía, o quizá sí, ése es otro tema,
pero yo la amé en este mundo
y bajé a los infiernos por ella,
y al volver a la vida, el mundo
absurdo y celoso
me cortó la cabeza,
y así voy, sin cabeza
para concebir un futuro
y con el corazón perfundido,
repleto de imágenes, recuerdos,
de futuros truncados,
y silencio.
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