Haz la
prueba: escucha una sinfonía
de
Bruckner
o de
Brahms
o siete
lieder de Mahler o
un
ballet de Manuel de Falla, o algún
interludio
de Carmen,
de
Bizet, o
de
Cavallería rusticana,
de
Mascagni.
O busca
el requiem de Verdi. Atrévete
con
Stravinski, no te vayas más allá.
Toma
asiento junto a una taza de te hasta los bordes de te.
Alza un
pie y sube el otro, altera tu centro de gravedad,
pon
bien la espalda.
Utiliza
una silla y un cojín, por ejemplo ¡Ah!
Y una
manta.
Que tu
asiento sea mullido. Nota la perfección.
Que tu
conciencia se imbuya de la música
que
arda el aire y te alimente hasta que veas
el
momento como un único sonido.
Satori,
pero cómo mejorar tu mundo
un paso
más, planea tu acción:
beber
de la taza de te
¡Espera!
No la
cojas todavía, piensa un momento,
oye el
acorde, la progresión, la cadencia, la re-
capitulación.
Sigue
el ritmo.
Puedes
ahora empezar tu movimiento.
Has
visto los rumbos
del
éxito y de la inundación.
Has
visto el diluvio
del te
hirviendo en tu vientre,
en el
sofá nuevo, has visto
caer la
taza lentamente hasta el suelo
romperse
el recipiente verterse el te.
Has
sentido el dolor del agua ardiendo
en la
finísima piel de tu ombligo,
has
previsto las pomadas,
la
obstinación de la herida,
el
ruido que va a interrumpir el ritmo y la melodía
la
posibilidad, sin moverte,
de la
muerte.
Ese
cariz de ausencia es el Nirvana, nada más.
Sigue
sonando la música. Describe tu sensación
subjetiva,
emocional, basada en nada
de ser
uno con el todo.
Como
silencio y sonido siempre en mutua reflexión.
Te
apela a ti cada nota y cada pausa,
es tu
causa, tu
alteridad,
tu
¿y por
qué no?
Eres un
solo de chelo como una nave espacial
atravesando
la farsa de los violines segundos.
Fugaces
por la ventanilla ves los adornos melódicos y
contrapuntísticos,
orgullo
de los primeros.
Se nota
en el cuerpo la contumaz turbulencia
de
contrabajos y violas.
Una
pared de metal acumulando la luz:
trompas
trombones trompetas, el flautín, que es como un brillo azulado de
alguna estrella polar,
y
tiritando, a lo lejos, los triángulos.
Tú que
te ciñes y avanzas sin saber bien si eres libre.
O tú,
o tu circunstancia;
escuchas
las altas del chelo a hombros de los otros chelos
y luego
escuchas las graves apoyándose en el suelo:
do
mayor.
Tu
melodía está escrita y tú te palpas los bolsillos del rubato
imploras
el ritardando
preguntas
por el calderón
vives
ad libitum.
Te
andante
maestoso.
O
puedes tomarte uno
instantáneo
ante la tele.
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