Dos cuerpos.


Dos cuerpos yacen
separados
sobre un mismo lecho.
Entre ellos, nada más que sábanas
y aire.
Él tiene los ojos abiertos,
ella finge dormir,
a veces, sin hablar,
se ponen de acuerdo
y el sueño cambia de rostro.

Toda la noche se deleita con su compañía
toda la oscuridad con su incandescencia
todo el silencio con sus pensamientos.
El tiempo, sin embargo, no se percata.

Ella llora.


Ella llora sobre mí,

y es como si me lloviera

y aunque vengo del orbayo ya no sé

si llueve o estoy llorando.

Cuatro gotas, pero mojan

como caerse de un barco

por la borda en el Cantábrico,

con la sal, el frío, el desamparo.

Ella llora y yo naufrago.

El tiempo pasa para todos.



A mi hermano Jorge, en su cumpleaños








Él envejece en su burbuja
a la velocidad de un párpado
abriéndose por las mañanas,
a la velocidad de las corolas
amaneciendo, a la velocidad
del aire que no es brisa ni es viento.
Como la miel que cae de una cuchara,
como las estaciones intermedias,
como la lluvia empapa los sombreros,
como el silencio se contagia.
Él envejece en su burbuja y los demás envejecemos.

Tu se' morta

Yo heredé de Apolo y Calíope unos bártulos
y el triste destino de Orfeo:

"...y que solo las ninfas más puras admiren tu arte,
y que sea su fragilidad la tuya, y que sea
su amor el vehículo
de tu perdición."

entre otras lindezas, clamaron las Parcas
en mi alumbramiento.

Y no olvido la inocencia sublime de Eurídice,
(aunque lloro por mí, no la olvido).

Quizá ella no lo merecía, o quizá sí, ése es otro tema,
pero yo la amé en este mundo
y bajé a los infiernos por ella,
y al volver a la vida, el mundo
absurdo y celoso
me cortó la cabeza,
y así voy, sin cabeza
para concebir un futuro
y con el corazón perfundido,
repleto de imágenes, recuerdos,
de futuros truncados,
y silencio.

Dios.


Siempre, al salir del garaje,

recorro unos cuantos metros de más

con el intermitente puesto.

Unos metros en la acera

sonrojados

otros no.

Ellos nunca saben

de antemano (depende de la velocidad,

depende del tráfico)

si serán iluminados. Después

no pienso más en eso en todo el día.

Como aceitunas verdes


Tus palabras son a veces como aceitunas
verdes recién caídas del olivo.
Las veo venir brillantes como una puesta de sol,
entre destellos veraniegos, como de aceite
flotando sobre el agua
de mi lágrima.
Y son tan suaves como un beso
y tan sabrosas como un abrazo.
Pero tus palabras, como las aceitunas verdes
recién caídas del olivo,
tienen su hueso.
Y yo mastico el hueso de tus palabras
inexorablemente
porque me gusta cómo eres,
completa, tú.
Y yo no escupiría un ápice de tus palabras
fuera de mí para olvidarlo
sin comprenderlo,
ni cambiaría el hueso de tus palabras
por otra cosa blanda y salada.
Las veo venir brillantes,
las saboreo, y
las digiero.

Trabalenguas


Carpanta se harta de carpas
debajo de una pancarta
y cuanto más ve la pancarta
más carpas cata Carpanta,
porque en la pancarta hay carpas,
parcas carpas, pero carpas.

Sal.


Al bar La Luna


En la desvencijada playa,
hacia la orilla,
hay estrellas de mar
como imitando el cielo,
y trozos de cristal de las salinas.

Crustáceos, moluscos,
veleros
en los que ir a navegar.

El rancio pueblo costero se zambulle con estilo.
"Está buenísima",
y sonríe
camino del abismo.

No espero menos.


He ido a por la licencia

he ido a por el arma

he ido a por las balas.


Ahora iré

a por vosotros.

...



Una licencia

poética.

La última arma,

la palabra.

Balas de hierba

waltwhitmanianas

en la recámara.

Vosotros,

ahora.

No espero más.


He ido a por la licencia

he ido a por el arma

he ido a por las balas.


Ahora iré

a por vosotros.

Montes do Gozo.


Déjame ver mi nuevo cuerpo,
que la luz de la mañana lo dibuje y lo defina,
que mi nuevo aroma impregne para siempre mi memoria,
que mi nueva piel se palpe y que me reconozca.

Mis nuevos ojos miran: hoy quiero verlos ver
mi nuevo rostro, y aprender de sus manías
nuevos caminos.
Y recorrer mi nueva geografía
desde la atmósfera a los acuíferos.
Bajar de cada monte y de cada colina
y pasear de las llanuras a los valles
y sumergirme en las simas.

Hay en los cuerpos lugares misteriosos
donde confluyen formas sin fronteras.
Quiero explorarlos, hundir cada sentido en su espesura,
iluminar lo lóbrego, empaparme
en cada cauce de mis nuevas correrías.

Saborear mi cuerpo nuevo
y hablar contigo mientras también te saboreas
y a tu sabor le das otro sentido
y a tu latir le doy otro latido.

Desprestigiar la religión de lo remoto,
de lo escondido trazar cartografía,
cada milímetro cuadrado esclarecido
o por tu voz o por la mía.

!Montes do Gozo, horizontes infinitos,
revelaciones solo dichas al oído!

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...