mi padre / yo
Cuando toso oigo a mi padre
cuando me aclaro la voz
oigo a mi padre / a mí respirar
con mis bronquios de niño
tras la puerta
que él abría y agitaba las llaves
que oigo agitar cuando yo
abro la mía.
Yo soy mi padre otro día
no tan lejano del futuro /
yo soy mi padre cuando sueño
con mi futuro /
mi padre era yo cuando yo era pequeño /
era yo de pequeño cuando yo andaba
a gatas por los pasillos, lloraba
desde mi cuna.
¿Qué hiato se abre entre nosotros uno?
¿Cómo, para que fuéramos dos, se abrió la sima,
la discontinuidad entre nosotros
que nos obliga
a distinguirnos?
No es mi padre / no soy yo quien lo decide
hay una regla oculta bajo todo
que nos hace dos / tres / mil, infinitos
yo / infinitos ellos y entre ellos yo.
Mapas de carretera arrugados
que alguien / nosotros
interpreta como mundos
esféricos continuos
seguros
hice una foto
hice una foto
al helicóptero de la policía.
Era de día y disparé
a mucha velocidad.
Las aspas del helicóptero se detuvieron
y el helicóptero cayó
...
te amo como un loco peligroso
obsesionado con imágenes que no sé
si son verdad...
te recuerdo abrochándote un vestido
mientras me decías algo que he olvidado.
Tú casi nunca eres consciente en mi memoria
de que te estoy mirando
como aquella vez que te ataste los zapatos en silencio
y te esperaba sin querer que el nudo
terminara.
adultos
Pugnando por ser adultos
a los 37 años
mis amigos han tenido
hijos.
Se agarran a su trabajo
hablan en cortos cafés
monosílabos
que sustituyen a antiguas
conversaciones.
Y, como hombres, no lloran
aunque más que ganas
tienen motivos.
Reprimen sus gritos
abrazando contra su pecho
su niñez adulta con cara de
recién nacido.
pero con un bolígrafo
Con un destornillador
pero con un bolígrafo
pero rompiéndome las uñas
y como sea
le saco el marco a un espejo
uñas que arañan aire y luz
que dejan huellas dactilares
en el tiempo y sangre
en las imágenes.
Cosas que antes no estaban
y que recuerdo en cine mudo
sin musiquita.
Le saco el marco
a todos los espejos que me encuentro
hasta que son como reflejos
en las gotas de lluvia
porque no creo en romperlos
a cabezazos como si atravesándolos
los convenciera
de que me llevo la razón al otro lado.
Tras el espejo hay un espejo
que está diciendo azogue sin pensar.
Solo nosotros lo sabemos
ver
sin mirar.
como niños
Como niños, nos tratan,
jugando, cuando nuestro Padre avisa:
“terminaréis llorando”
y así es.
Lloramos de camino a nuestra casa
con el cráneo ensangrentado de uno de
cada diez
la moral alta mientras queda adrenalina
en el cerebro
mientras aún oímos rimas y apellidos
de políticos, banqueros, policías.
Pero la sangre cauterizada
la adrenalina disuelta
el eco difuminado
la noche de azul marino
las sirenas helicópteros
noticias de vandalismo
nos recuerdan al volver
por qué salimos.
Y las lágrimas se estancan.
Volveremos a salir
mañana mismo
y el estado cumplirá su profecía
otra vez
“terminaréis llorando”
mientras suelta la correa del fascismo.
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Tréboles
camino
Camino
hasta que no hay camino
y noto el suelo amarillo negro azul
en la paleta mestiza de las plantas de
mis pies
ardo y muero por el frío
piedras fango musgo
imagino que debo parecer un náufrago
del cielo
caído a tierra
o un loco que se aleja
(y estoy en un tren
o en mi cama respirando)
solo un rayo aparece en mitad de una
lectura
de una charla
o cualquier papel pintado de la vida
como si fuera una grieta
y es una grieta
y te grito que me sigas desde el fondo
no te miro porque no me hace falta
ya sé qué es lo que pasa.
Camino por una carretera que prenso entre las piedras
o debajo de las piedras
entre el polvo
y la luz.
es tan bonita
como ver atardecer a veces
cuando no sientes la deuda al ver al
sol darte la espalda
como el recuerdo de lo previo a la
victoria.
Miro el cielo y nacen pájaros
y flores y árboles del suelo
y entre todos crean la brisa
luego el viento.
Esclavos
Esclavos los ha habido siempre
porque es difícil estar en el lugar del esclavista
y resistirse a serlo.
La esclavitud es como un mantra
disuelto como sal, o como azúcar
entre las haches y las oes del agua.
Así, algunos llaman agua al caldo de los mares
si no han probado nunca nada insípido,
o llaman agua dulce al agua con azúcar
porque no entienden otro río que el olvido
que hasta las rocas del pasado dulcifica.
Esclavos de hoy,
peces que creen no haber bebido nunca,
aves que ignoran que respiran.
Vistiendo trajes, zapatos, camisas y corbatas
marchan en fila por sus cauces:
escorrentías de gente en hora punta
que existen para que todos las usemos,
querámoslo o no.
Si piensas que eres libre
y no has sentido nunca la tentación del esclavista
tal vez lleves un yugo, tal vez una camisa,
unos zapatos, un traje, una corbata
con la elegante devoción de los esclavos por sus amos
que casi nunca les pegaban,
que les daban ropa limpia.
Hace un siglo.
Mi abuelo se crió en una guerra abierta,
nítida, como la sangre que se mezcla con la nieve.
Era una Europa unida por la pasión común,
salvaje, de la muerte,
que decidió rascarse las heridas con bayoneta,
cazar hombres y mujeres
y alimentar con ellos la belleza trágica de las flores y la
hierba,
forraje perfumado de las bestias.
Mi abuelo salió un día por la puerta y diez años más tarde
volvió un cuerpo mudo y aterido
que parecía mi abuelo y había muerto en muchos sitios.
Después siguió desayunando cada día
y en su paseo diario recordaba
que hasta los veinte años
era un humano
que lo ignoraba todo sobre su condición.
Murió ese cuerpo y al día siguiente
se le hizo un funeral.
Hace setenta años.
Mi padre nació esclavo
y las ventanas de su celda fueron globos
que huyeron hacia el cielo entre lágrimas.
Su infancia fue un recuerdo desde que abrió los ojos
su adolescencia una caída en bicicleta;
el futuro una amenaza, el pasado una injusticia.
Le salvó de la extinción un mono azul y un apellido
bordado en rojo. Su vida fue un simple hilo.
Tratando de mirar a la altura de los ojos de otros hombres
pasó su tiempo de puntillas sin saber que para eso
algunos usan escaleras.
Hoy.
No soy mejor, nadie lo es.
El mono azul ahora es un traje
y los mecánicos son ingenieros,
hasta los niños hablan inglés.
Pero no cambia lo que tiene que cambiar
para que ya no sea tan difícil
estar en el lugar del esclavista y no serlo,
para que muchos no se comporten como uno,
para que el hombre no sea solo
una gota en el río del olvido o en el mar,
que diseña acantilados
como si hubiera en ellos algún plan.
Mañana.
Y mientras todo gira y grita
que no somos el centro, que nada humano importa,
la Humanidad sigue dejándose llevar.
Ser un esclavo es demasiado fácil
y aún es más fácil no negarse
a ser un esclavista.
oleaje
Amo el oleaje porque me recuerda a tu respiración:
cuando en la hora de irme temo
no volver
de la oscura travesía.
Me gusta escuchar que navegas tu sueño
si yo soy tu costa.
Creer que al dormirme mi Ítaca
se ancla en tu cama.
Y partir.
Yo como un clavo
Yo como un clavo
que camina y se detiene en equilibrio.
Y miro el mar y el firmamento
y siento el viento frío en torno a la cabeza
distingo el horizonte allá, lejano,
inalcanzable, tan hermoso...
y lo es aún más porque hay futuro
y es un martillo.
En blanco en Navidad
Sigue, Navidad, año tras año,
nevando en los grandes almacenes.
En las pupilas de los niños que, éste también,
ven a Macaulay Culkin por la tele.
En los dibujos animados,
en los anuncios,
en el belén.
Tú sigue navidad, nevando en todas partes
menos aquí en mi calle,
donde yo duermo ahora a la intemperie.
Nieva si quieres en mi casa, dentro.
Ya nadie vive allí. Tú nieva.
Ya nadie paga las facturas de la calefacción
para que el vaho no empañe el villancico; nadie la luz,
para lograr intermitente brillo en el abeto.
Allí ya solo duermen sueños congelados,
allí puedes nevar como en mí nievas hace tiempo.
Pero si en mí ha de ser, no sea sobre mí -nosotros- pido.
Nieva, sigue nevando, Navidad,
sobre los techos de los que tienen aún hogar
y un clima cálido en el pecho.
Y déjame, déjanos, dormir calientes.
En la calle,
como regalos que los pajes de los Reyes
juzgaron mal envueltos.
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