Los que me compadecen y los que me deploran conforman una pléyade de gilipollas.




Soy poco original.
Amo a la gente que me ama.
Odio a la gente que me odia.

Pero mi amor es uno.
Pero mi odio es otro.

A mí me odian muchos
-yo tengo ese don-
me aman pocos.

Pero mi amor es uno.
Pero mi odio es otro.

Mi amor es uno y lo reparto entre los pocos que me aman.
Mi odio -otro- lo comparten entre muchos
que me odian.

Por eso a los que amo los amo más.

Por eso odio tan poco a cada uno que me odia.

Y a ti te amo tanto porque eres única
o único mientras me amas.

Te amo tanto como odio a todos juntos,
los que me están odiando,
más los que te están odiando a ti,  al menos,
mientras tanto.

Ay, odiarín, odiante anónimo, odiuno,
te odio tan poco...

Pero mi amor es uno...

pero mi odio está infinitamente repartido
y no odio a nadie,
y nadie es, para mí,
aquel que odio.

Pero mi amor es mucho.

Soy poco original.

Mi amor es todo.

Yo tengo ese don.

lejos de ti


a Euridize


Relleno instancias para entrar en el Infierno.
(No existe tal, solo es un cuento. )

Descubro que no hay oficinas,
no hay buzones,
no hay demonios,
papel timbrado, sello oficial
infernal.

Lamentablemente no es un jardín burocrático.

Nunca irás a arder conmigo
a ese lugar infinito que he creado
porque está, lejos de ti,
en Cualquier Sitio.

Prospecto


A Silvia

Aún no te has tomado la molestia de leerme.
Me has oído recitar, como a otros, por los bares,
pero no me has entendido de verdad, porque al mirarme
siempre hay un porcentaje que se pierde
por observar los labios, los dientes, las orejas;
porque aún no te has tomado la molestia de leerme.

Y yo no soy mis labios
y yo no soy mis dientes
y no soy mis orejas
y ni siquiera soy mis ojos.

Porque habito detrás de unas pupilas, como todos,
y desde allí organizo mis ideas y mis melancolías
y desde allí construyo a veces torres y a veces parapetos
y desde allí observo tus verbos asombrosos.

Y para estar tú detrás de mis pupilas
tengo que estar primero yo detrás de tus pupilas
porque me mires tan fijamente que me leas
para que veas que, en el fondo, la tuya y la mía
son dos almas gemelas, no como todas, yo ya lo sé
porque ya yo me he tomado la molestia de leerte.

Disensos.




La regla de las mayorías puede ser aceptada como procedimiento de decisión política, pero no como criterio de justicia.
Carlos Gómez


Hay solo una forma
de erradicar las anchoas:
vertiendo por la panza abierta
de un superpetrolero
cien mil millones de toneladas
de vinagre (balsámico de Módena,
para que no se note)
y que se queden boquerones.

Solo el coste en vidas humanas
y la falta de consenso
impiden la realización del proyecto.

Esta es la época.

dibujo de Jordi Bernet

Quizá
esta sea la época
de gritar calamar gigante
en cada verso,
de gritar kraken,
¡kraken!
¡KRAKEN!
hasta que la audiencia se entere de algo,
solo UN algo,
uno por uno,
medianamente profundo.
Esta es la época en la que todo
lo que sale a la superficie de los párpados
ha de ser superficial.
Ya no se ven elefantes
más que en el zoo,
ya no se ven calamares gigantes más
que en los documentales.
Pero ahora, con solo verlos ahí,
un escolar ha visto miles
de elefantes,
miles de elefantes repetidos,
miles de calamares gigantes,
uno, el mismo, siempre,
muerto, siempre
de diecisiete metros, siempre
con un japonés de gafas,
de bata blanca, a su lado.
Miles de maravillas muertas, ninguna viva
salvo todas las que hoy
pasan desapercibidas en la ciudad,
a un instante
de los párpados.

Yo no grito kraken.
Yo susurro siete y media de la mañana,
atasco en la M-30,
tornos repletos de la RENFE,
tren subterráqueo,
amor intensísimo sin conocerte.
Tetas de plástico.

La poesía se musita mientras el mundo grita isótopos,
guerra, terremotos,
revoluciones.

La de los largos pies.



Ella es rubia
de la raíz a la punta
y tiene
los ojos azules.

Tiene los dos ojos
azules como el mar
cuando se porta bien y se ocupa
de lo que se debe ocupar, reflejar
tranquilamente el cielo;
cuando el mar no está alterado por el viento
ni por la lluvia, cuando el cielo no se altera
por el mar evaporado.

Y el pelo lo tiene rubio
como el trigo,
como el oro.
Y como el trigo y el oro, con ella
podría fabricarse un pan.

Ella es rubia de la raíz
a la punta,
por eso no tiene la culpa de ser rubia.

Ella tiene los ojos, los dos,
tan azules que resultan admirables
y tampoco tiene culpa, porque
humildemente,
los usa
para mirar.

Ella mira con sus ojos admirables
cuando el único objetivo
digno de su mirada
sería un espejo imparcial.

Pero ella tiene una culpa
y lo sabe.
Tiene culpa de saber y se disculpa.
Se disculpa por ser rubia,
por tener esos ojazos
y aun así ansiar la escucha de sus versos
como ansía cualquier feo que le escuchen
ya que nadie quiere verlo.


Yo me pregunto por qué
tiene ella la necesidad de disculparse
atestadas como están
de feos las universidades,
atestados los gimnasios
de tantos feos que parecen entrenarse para ello.

Narices inverosímiles,
calvicies irregulares,
panzas de Leviatán,
espinillas, granos, manchas...
sin complejos,
pululando por las calles,
irrumpiendo en probadores
a probarse ropa cara,
ralentizando la marcha de cada peluquería,
deshonrando la fragancia de cada perfumería,
abarrotando
de caretos
los espejos.

Escribe.
No pidas perdón a nadie.
Yo te leo.
Beatriz Largospies, la Rubia,
la de ojos admirables.

Silicona


Yo les echo silicona a las grietas,
echo silicona en el baño,
en la cocina,
en la conciencia.

Yo echo silicona a las grietas
de mi conciencia,
pero nadie de mi clase se la echa
a la conciencia,

pero todos se la echan a las grietas
en el baño,
en la cocina.

La rebeldía se atenúa con los años,
piensan. Dicen
la frase esa del corazón
y la cabeza,
de los veinte años y de los cincuenta,
de la izquierda y la derecha.

Y a mí, escuchándoles,
se me cae la cara de vergüenza.
Les echaría silicona en la lengua, pero no se la echo.

Les digo en su lenguaje
que se han vendido, que venden el futuro
a cambio de trazas de presente,
que llevan un traje usado, zapatos
teledirigidos,
una correa de seda en torno al cuello.

Primero me compadecen,
después se enfadan,
al final me retiran el saludo.

Y el domingo, antes del fútbol,
con su tubo de silicona repasan
sus bañeras.

Last night in Twisted River.



Like Santa Claus,
Paco Cascos is coming
to town.

To the city of Oviedo,
pa´ ser exactos.

Paco Cascos, come on,
qué miedo.

Paco Cascos is coming,
Paco Cascos is back,
come, ohno,
don´t fuck
me, shut up!

¡Calla oh!
¡Nomenó!
¡Nun fai falta otru fartón!

Lo que de verdad importa.



Aprovecho el gel de baño
aun cuando su boca exhala tan solo suspiros aromáticos.

El tubo de pasta de dientes
lo aprieto hasta que desaparece.

Hay pan duro en mi casa
como traído de la Luna por Neil Armstrong.

Conduzco kilos de lentejas a su holocausto
consolándolas con una simple punta de tocino.
(Decenas de yoes aguardan su rancho de hoy
en quince días con castrense disciplina).

Escribo en las cartas que me llegan del banco.
No sé cuánto les debo, los números siempre están
boca abajo.

Y luego salgo y desayuno
zumo de naranja.

Y luego salgo y bebo
vino de La Rioja.

Y luego me encuentro a un amigo
y le invito a una Mahou,
y a otra,
y a otra...

Mi poesía.



Mi poesía es una coliflor silvestre,
una legaña, un moco.
Es una ciudad como Gijón,
es un arrecife
de coral.
Como una geoda, como un trozo de carbón,
como el reflejo de la luna en un charco,
como una borrachera, de repente, un miércoles,
como la sangre coagulada alrededor de un arañazo.
Como una inflorescencia.

Es el análisis de Fourier de un eructo.

Y después viene la gente y me dice
qué bonita flor,
cómo me he reído en tu ciudad,
de sus habitantes;
y les miro sin saber
de qué me están hablando.

A veces vale más no ir que estar de vuelta.



Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú yacías en una incubadora.

Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú creías en los Reyes,
mientras tú perseguías mariposas.

Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú cagabas de pie, la mierda
resbalando por tus níveas pantorrillas.

Yo tocaba el ukelele en Oklahoma
mientras tú aún no sabías lo que es un ukelele,
dónde queda Oklahoma.

Dios, no tenías ni puta idea de nada,
pero vivías una vida apasionante de recuerdos
lacrimógenos, de emociones intensísimas,
de descubrimientos.

Mientras, yo tocaba el ukelele, noche tras noche,
en la maldita Oklahoma de los cojones.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...