El lunes me incorporo al servicio penitenciario.
Ya me toca lidiar, otra vez, con los presos y las presas,
y no me preocupa.
Puedo con ellos
y ellas.
Tendré que tratar con los/las compañeros
las/los compañeras,
y no me preocupa.
Puedo con ellos
y ellas.
El gran Funcionaria
me ha señalado con su dedo
/a.
Me ha preguntado si tengo experiencia
pero al contestar yo que sí
se ha cabreado:
¡Yo no lo tenía porqué recordar!
Y yo: "ya..."
No puedo con esta execrable jerga legal, y sospecho
que jamás podré vengarme.
Un día, muy cerca, me miraré al espejo y diré,
espejito, espejita,
¿por qué a mí me enseñaron tan mal?
El cuerpo me pide tierra/tierro..¿barro?
¡BARRE!, me grita la gran Funcionario.
Comprendo.
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Lo de no tener por qué recordar la experiencia no lo pillo/pilla.
ResponderEliminarEn, llamémoslo, poesía, cuando no se entende algo, hay que pensar que es literal.
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