Estudio tu rostro durmiente.
El aire entra y sale silbando por sus oquedades.
Escruto, a la luz violadora, algún rasgo mortal
que mate mi amor terminando el hechizo,
tu beatífico dominio.
No habrá hoy, un día más, ningún filtro
en el aire ni en la luz ni en la razón
del desamor.
Entre tus múltiples imperfecciones sutiles
hoy no hallaré
más que más y más y más
irracionales motivos
para el cariño.
Te besaré y tú abrirás los ojos
y cerraré la boca yo.
Y ya son cinco malditos años
de matrimonio.
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