Tampoco espera el viento
ni las flores de la primavera.
Mi existencia es una ráfaga de tramontana,
surge de donde no hay horizonte,
muere en él, al borde de la vida:
fugaz mientras sólo se vislumbra,
atroz después, como una flor en un campo de batalla.
Me mueve la muerte y no me arrepiento de amar
lo demás es sólo tiempo,
sólo es silencio.
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