Hay una línea infinita de momentos sucesivos,
el continuo espacio-tiempo,
de la que somos un punto.
El único que entredice la existencia de los otros.
Como flores en un tiesto en un jardín.
Hablamos de pasado y de futuro como quien habla de Dios, de Plutón...
el universo es nuestro ombligo.
Solo, ahora, aquí,
la existencia simultánea de otros sitios me resulta incomprensible.
Tiendo a pensar que el Malecón de La Habana no existe.
Sin embargo, sé que es una impresión errónea.
Hay alguien allí ahora, y al menos de su mente surge la existencia de ese espacio
paradisíaco.
Las conciencias dotan al mundo de linealidad, como el cerebro explica a los ojos.
Cuando yo me haya ido de esta calle surgirá una vieja asomada a una ventana,
escudriñando su existencia, guardándola,
es la astrónoma de guardia para esta zona del Universo
no menos importante que el Malecón de La Habana, Delfos
o Plutón.
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