Príncipe azul



Estudio tu rostro durmiente.
El aire entra y sale silbando por sus oquedades.
Escruto, a la luz violadora, algún rasgo mortal
que mate mi amor terminando el hechizo,
tu beatífico dominio.
No habrá hoy, un día más, ningún filtro
en el aire ni en la luz ni en la razón
del desamor.
Entre tus múltiples imperfecciones sutiles
hoy no hallaré
más que más y más y más
irracionales motivos
para el cariño.
Te besaré y tú abrirás los ojos
y cerraré la boca yo.
Y ya son cinco malditos años
de matrimonio.

Bloggerosión.

...y todo lo borra la ceniza estúpida del viento de la palabra
que borra otra palabra quedando solo el aire,
quedando solo el viento.

L. M. Panero, Gólem


Hay algo en vivir como de suicidio cotidiano,
como de combustible, como de martillazo
creador sobre un trozo perfecto de mármol.
O vivir es sólo eso.
Y cada palabra que sale de nosotros
nunca volverá, así se esculpa en la roca más dura.
Y yo a diario me pregunto
qué diferencia hay entre un segundo
y la eternidad excepto un solo segundo suyo,
ya que siempre hay otra palabra para lo mismo,
como el tiempo pasa siempre por los mismos sitios.

Resurrección.

Con una batea, en mi sangre
encontré mi corazón.
Una pepita gigante de dolor
ensangrentado, negro,
exánime, valioso.
Lo alcé en mis manos
y al sol arterial de la mañana
tras un interrogante eterno
-la sangre rezumando hacia mis brazos- al fin,
latió.

Momento simple.


La carta que leí ayer
me entró por el corazón
y me salió por los ojos.

Fue un arado de papel
que surcó todo mi amor
sembrándolo de sollozos.

Ya nunca volveré a ser.
Este de hoy no soy yo,
soy la mitad de nosotros.

Asturias I



Asturias es el paraíso natural.
Los niños que vayan a jugar al parque
del Retiro los domingos.
Arrecian los turistas,
los políticos,
hay sitio horizontal.
Mientras, en Madrid,
ni las torres más altas tienen vistas
a la mar. Pero es igual,
aquí se viene a trabajar.
Y los viernes, harto ya de remontar el río,
el futuro hace la compra, limpia,
sale a cenar con los amigos.

Lamento

Me has dejado,
(con el corazón roto,
con el dolor roto, con la voz
rota), con la palabra [rota]
en la boca.

Como un hueso roto el corazón
disecado, como han quedado mis ojos.
Cómo han quedado mis ojos
de llorar.

Tengo toda la piel seca,
la boca seca, el dolor, la voz,
las palabras hermosas como flores
secas...

sólo algo de humedad
y en las ramblas de las lágrimas;
humedad sin compasión,
que se seca y seca más
pues trae sal, y deja atrás ojos sosos.

Cómo te odio y te amo y te quiero y te comprendo.
Cómo quisiera ser otro.

Cómo te amo y te odio y
te comprendo y te quiero;
¡cómo,
cómo te quiero!
Cómo te odio y te odio y
te odio y te odio;
cómo,
cómo te amo y

te amo.

¡Ay!

Cómo quisiera ser otro.

a tu lado

Te veo y sufro mucho.
Yo no sé lo que me pasa,
pero me entra mucha hambre de tu cuerpo y mucha sed
de tus besos.
Y me duele la barriga,
y tengo frío en la espalda
y en las piernas...

y al respirar,
cada vez que expulso el aire
parece que me vacío:
se me va el alma por las narices
y venga a apretar el diafragma.

Yo sufro mucho;
siento correr la sangre por cada sitio...

lo paso mal al lado tuyo,
pero te vas
y no disfruto de nada.
Siempre pensando
en lo mal que lo pasaba.

Del amor y de otras inquietudes


Del amor y de otras inquietudes

tratan las líneas

que escribo cuando ni estoy trabajando

ni tocándome las narices.

Pero ahora no hay amor,

parece que lo esquivo,

y parece que no hay otras inquietudes

que me den materia alineable.

Todo son putos poemas

autoalusivos.

Momento delicuescente


Si hubiese existido en aquel momento una licuadora
fantástica
que aplastara la estructura íntima del tiempo
extrayendo así su jugo emocional;
si se hubiese aplicado semejante artilugio
a aquel instante eterno
en el que me estabas mirando desde el otro lado de una lámina de vidrio,
frontera última entre nuestras vidas;
la aplicación
habría resultado ser superflua.

Vi aquel segundo al trasluz y era tan denso
que se veía la tristeza como el rocío sobre las telas
de las arañas.

No debe de haber nada tan triste como ver partir un tren.

Aquella cantidad inexplicable del devenir
manaba tan lentamente como la miel que cae,

pero la miel caerá y el tiempo terminará por pasar.

Y al recobrar el ritmo artificial de los relojes,
salir el tren de la estación, no estar tú ya conmigo,
se sacudió la tela, elástica, pero irrompible,
y la tristeza me salpicó la cara.

Y los extraños me vieron salir de allí secándome con un pañuelo
lo que imagino que supusieron típicas lágrimas.

Llegará...



Llegará, hay que tenerlo por seguro,
un último latido, una última respiración,
y no será malo por si mismo.
Pero ese reflujo traerá la sed del agua
que no hemos bebido
y temo a esa sed más que a la muerte.
Y en la ribera del río veo pasar el tiempo y encima lloro.

Elogio del alto entendimiento





Desde el momento en que la única pauta del proceso compositivo es la propia forma de cada obra, no exigencias generales tácitamente aceptadas,deja de poderse "aprender" de una vez por todas qué es música buena o mala. Quien quiera juzgar debe afrontar las cuestiones y antagonismos intransferibles de la creación individual, sobre la cual nada le enseñan la teoría musical general ni la historia de la música. De ello apenas nadie sería ya capaz más que el compositor avanzado, al cual la mayoría de las veces repugna la mentalidad discursiva. Él ya no puede contar con los mediadores entre él mismo y el público. Los críticos se atienen literalmente al alto entendimiento de la canción de Mahler*: valoran según lo que entienden y no entienden; pero los ejecutantes, sobre todo los directores, se dejan guiar totalmente por aquellos momentos de lo ejecutado de eficacia e inteligibilidad más evidentes. Por eso la opinión de que Beethoven es inteligible y Schönberg ininteligible es objetivamente un engaño. Mientras que en la nueva música al público ajeno a la producción la superficie le suena extraña, sus fenómenos más típicos están precisamente expuestos a los presupuestos sociales y antropológicos que son los propios de los oyentes. Las disonancias que espantas a éstos hablan de su propia situación: únicamente por eso les son insoportables. A la inversa, el contenido de lo harto familiar es tan remoto para lo que hoy en día pende sobre los hombres, que la propia experiencia de éstos apenas comunica ya con aquella de la que da testimonio la música tradicional. Cuando creen entender, meramente perciben el molde muerto de lo que custodian como posesión indiscutible y es algo ya perdido desde el momento en que se convierte en posesión: algo neutralizado, privado de su propia sustancia crítica, un espectáculo indiferente. De hecho, en la comprensión que el público tiene de la música tradicional sólo entra lo más grosero, ocurrencias que se pueden retener: pasajes, ambientes y asociaciones ominosamente hermosos. Para el oyente educado por la radio, la coherencia musical en que se basa el sentido resulta tan oculta en cualquiera de las sonatas tempranas de Beethoven como en un cuarteto de Schönberg, el cual al menos le advierte de que su cielo no pende lleno de violines en cuyo dulce sonido él se embelesa. Por supuesto, de ningún modo se está diciendo que una obra sólo cabe entenderla espontáneamente en su propia época, que fuera de ella queda necesariamente a merced de la depravación y el historismo. Pero la tendencia social general, que ha eliminado de la consciencia y del inconsciente del hombre aquella humanidad que una vez constituyó el fundamento del patrimonio musical hoy corriente, hace que la idea de humanidad se repita gratuitamente en el ceremonial vacío del concierto, mientras que la herencia filosófica de la gran música únicamente ha recaído en lo que desdeña esa herencia. La industria musical, que envilece el patrimonio al exaltarlo y galvanizarlo como algo sagrado, confirma meramente el estado de consciencia de los oyentes en sí, para los que la armonía abnegadamente alcanzada en el clasicismo vienés y la desatada nostalgia del romanticismo se han convertido en algo así como objetos de decoración doméstica listos para ser consumidos uno junto al otro. En verdad, una escucha adecuada de las mismas piezas de Beethoven cuyos temas va silbando uno en el metro requiere un esfuerzo mucho mayor que el de la música avanzada: quitar el barniz de falsa exhibición y los modos reaccionarios adheridos. Pero como la industria cultural ha educado a sus víctimas en la evitación de todo esfuerzo durante el tiempo libre que se les concede para el consumo espiritual, ellas se aferran tanto más a la apariencia que obstruye la esencia.La interpretación que prevalece, pulida hasta lo deslumbrante incluso en la música de cámara, favorece esto. No se trata meramente de que los oídos de la población están tan inundados de música ligera que la otra les llega como lo opuesto coagulado, como la "clásica"; no es meramente que la capacidad perceptiva está tan obturada por los omnipresentes éxitos del momento que la concentración de una escucha responsable se hace imposible y está inundada de vestigios de la memez, sino que la sacrosanta música tradicional misma se ha convertido, por el carácter de su ejecución y por la vida de los oyentes, en idéntica a la producción comercial en masa, y ésta no deja de contaminar su sustancia.




*En "Elogio del alto entendimiento", canción de Gustav Mahler incluida en su ciclo El cuerno maravilloso del muchacho [Des Knaben Wunderhorn] se cuenta cómo un cuco, juez en un certamen de canto, declara vencedor a un congénere frente a un ruiseñor.




Th. W. ADORNO, hacia 1940

Filosofía de la Nueva Música, Th. W. Adorno, AKAL/Básica de bolsillo, 74

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...